lunes, 28 de julio de 2008

EL NIÑO DORMIDO


No levantes la voz; el niño está dormido.
Contén el paso, espera, aguarda en cauto acecho;
que no se mueva el aire, ni se oiga el menor ruido,
para que en tierna paz, te aproximes al lecho.

Mírale sonriente al almohadón asido,
el oso de su vida apretándole el pecho,
en la mano, seguro, tiene un hilo prendido
del globo de colores que oscila bajo el techo.

Alrededor su mundo —juegos de construcciones,
trompos, libros, muñecos, autos, trenes, camiones—;
todo goza en el cuarto sueño de maravilla
salvo el tic-tac cadente del reloj de la abuela.
Déjale que descanse: mañana irá a la escuela;
cuanto más, con los labios rózale la mejilla.

Marilina Rébora

SOLA EN LA PLAYA

Bajan las sombras, en mi dorada playa,
lentamente el frío, de mi se apoderó,
la arena que aún tibia, agrada a mis plantas,
invita a recostarme a compartir calor.

Mi pelo con el viento, parece telarañas,
mi rostro inmutable, le da la cara al mar,
quien sigiloso espera, a que todo se calme,
y que de una vez pueda, su rugir escuchar.

Mis manos en la arena, entierro muy despacio
como algún tesoro, tratando de encontrar,
más mi mirada fija en el fino horizonte,
detecta una goleta, que a puerto llegará.

De pronto una gaviota, cruzando mi paisaje
interrumpe su canto, mi envidiable relax,
después las blancas olas, bordadas con espumas,
saludan a la playa, todo en sombras está.

La luna allá en lo alto, con su corte de estrellas
seguro en esta noche, su baño tomará,
dejando a su paso, las estelas de plata,
con mensajes secretos, que nadie encontrará.

Pues el mar se los lleva, al mundo de las hadas,
que construyen en cristal, castillos de torres altas,
ventanales de coral, sueños dorados,
puertas mágica y paredes de eternidad.

Las nubes allá en el cielo
se pierden en la inmensidad,
testigos de una mujer sola
que vino a la playa a soñar.

PRINCESA SOLITARIA

MAQUINA DE ESCRIBIR


Despertada del letargo al verme
ciego torpe romper blancos cuadrados
la máquina sola empezó a moverse.

Carro, tecla retroceso
plac-plac-plac letra letra.
Amor renglón
para renglón
ti renglón
necesitas renglón
con renglón
furia renglón.

Espacio y timbre
plac plac plac
y el nervioso pulsar
plac-plac-plac.

Me dejó escribir a mano.
Luego nunca pude volver a tocarla.

La máquina me ordenó:
Un saber para ti necesitas con furia.

No la obedecí.
Se enfadó.

Jose Luis Gorrochategui Alonso

CANCIÓN DONDE EL POETA INTENTA HACER EL RETRATO DE SU ESPOSA



Un hermoso cabello
que con mi mano aliso;

frente tras la que pienso,
mirada en que me miro;

boca de la que bebo
agua de gozos íntimos;

oído para el requiebro,
cuello hacia donde giro;

hombro sobre el que sueño
pecho con mi latido;

brazo en el que me enredo,
mano con que acaricio;

vientre donde me siembro
y renuevo y revivo;

urna de mi universo
manantial de mí mismo;

pierna en que me sostengo,
pie para mi camino.

ANTONIO MURCIANO

TANTAS LUNAS



Tantas lunas pasadas en limpio
rayas y más rayas tigres y más tigres
y el hotel era lujoso para dormir

Sueños y más sueños besos y más besos
qué quedará de tanta luna
qué quedará de tanta agua de tanta sed de tanto
vaso

Ventana destinada para ti
para que en ella te apoyes más perfecta
tú haces con tu belleza
lo que otros hacen con el cielo

BRAULIO ARENAS

POEMA DEL VERDADERO AMOR


Hoy traspasé el umbral de mi ventura.
Estabas toda tú desnuda, digo
vestida de candor.
-Ven. Te esperaba.
Hoy la mañana proclamó tu nombre
y de dorada, se me fue poniendo
del color verdemar, claro y antiguo,
de tus ojos abiertos.

Y me miré en tus ojos
-¡qué claridad de viña al mediodía!-
y te besé los ojos
y me mojé los labios
del agua rosa-niña de los tuyos.

Nunca pude entender que amarse fuera
quedarse quieto al borde de unos ojos,
asomarse a otra vida y contemplarse
vivido desde lo hondo y para siempre.

Las dobles caracolas de mi oído
guardaron el eco de tu mar, ¡qué dicha
tener conmigo tu reír, tu canto,
tu palabra de amor, claro murmullo!

Toda la casa olía a tu perfume.
Tus dos manos palomas por mi vida.
Mi dolor, mi alegría, todo en orden.
Ser sólo corazón es lo que importan.

Antonio Murciano