¡Oh casa con dos puertas que es la mía,
casa del corazón vasta y sombría
que he visto en el desfile de los años
llena aveces de huéspedes extraños,
y otras veces -las más-, casi vacía!...
Casa que en los risueños
instantes de la vida, miró absorta
la fila interminable de los sueños,
de arribo fácil y de instancia corta...
¡Cuán raro fue el viador que en la partida
dejó, para los tránsitos futuros,
una hoguera encendida
en la piadosa puerta de salida
o una noble inscripción sobre los muros!
Los más dejaron, alfulgor incierto
de un prematuro ocaso,
algún jiron en el umbral desierto,
el alma errante de algún himno muerto
o un desgaste de piedras a su paso.
Solo al silencio de la paz nocturna,
prende su lamparilla taciturna
huésped desconocido...
Y se pregunta mi inquietud cobarde
si es un cansado amor que llegó tarde
o es un viejo dolor que no ha salido.
Enrique Gonzalez Martinez
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